Lactancia materna: así fueron mis dos experiencias




Desde que me convertí en mamá tenía la idea de hacer este post. Es un tema muy personal y en mi opinión, muy delicado, ya que en la lactancia materna entran en juego deseos, circunstancias, creencias y sentimientos muy privados, pero he querido aprovechar la Semana Mundial de la Lactancia Materna para escribirlo porque creo que a través de mi experiencia con dos bebés, puedo aportar un pequeño granito de arena a todas aquellas futuras madres que quieran leer una historia real sin tapujos ni exageraciones. Espero que os guste y mil disculpas a quienes esperáis en el post de hoy un tema de belleza, ¡prometo recompensaros en el siguiente!


¿Por qué decidí dar el pecho a mi bebé?


En un primer momento me posicioné a favor de la lactancia materna, básicamente porque la lógica me indicaba que el alimento más natural del mundo iba a brindarle muchos más beneficios a mi bebé que la leche de fórmula. A medida que me iba informando sobre el tema y leyendo lo complicado que puede llegar a ser, prometí que no me convertiría en una madre abnegada que lloraría en silencio por el dolor mientras mi bebé se alimentaba (lo sé, suena bastante trágico, pero es el panorama que te imaginas cuando lees algunos post en internet), y al final decidí que lo intentaría desde el primer momento, pero que trataría de tener la cabeza fría para valorar sin en algún momento la lactancia me costaba mi paz mental y mi felicidad.


¿Cómo fue mi lactancia?


Lo voy a decir de la forma más sincera que puedo: las dos lactancias (porque lo logré tanto con Olivia como con Abril), fueron fantásticas. Obviamente no es un camino de rosas porque tiene dos caras: el milagro que supone que alimentes a tu bebé a través de tu cuerpo y que lo veas crecer y ponerse redondito y hermoso. Además, ese momento que para mi era precioso (seguro que hay mujeres a las que no lo ven de una forma tan romántica, pero a mi sí me sucedía) y que disfrutaba en cada toma.

La parte menos bonita la viví en momentos puntuales. Al principio cuesta hacerse con el contacto del pecho con la boca del bebé, ya que por muchos manuales que leas no sabes como lograr que se agarre bien hasta que estás en ello. Tuve la suerte de que en el hospital había un matrón maravilloso (sí, un chico experto en lactancia con dotes de coach porque me animaba un montón a seguir), que me ayudó muchísimo y en dos días ya me había dado clases aceleradas de lactancia materna. Cuando logras ese "agarre perfecto", tienes casi asegurada una lactancia exitosa, ya que si el bebé mama bien, estimula el pecho lo suficiente para producir más leche.

El segundo momento menos bonito fue la subida de la leche. Aún estaba ingresada en el hospital y de repente me dio fiebre... me sentí bastante indispuesta y al final resultó que era el cambio del calostro a la leche (madre mía, me gustaría ver la cara de quienes me visitáis para informaros sobre el último perfume que se ha lanzado en el mercado...). ¿Os imagináis una boca de incendio abierta? Pues esa era yo: tenía leche para dos o tres bebés.

El tercer momento para olvidar vino en forma de mastitis. La lactancia iba bien, pero tenía tanta leche que no supe manejar el tema de la sobreproducción (o al menos eso me dijo la matrona). Lo pude solucionar fácilmente poniendo el pecho a mi bebé para descongestionarlo y con calor seco (vamos, con una bolsa de agua caliente de toda la vida... qué maravilloso invento).

El último fue más anecdótico que otra cosa, y fue cuando le salieron los primeros dientes. No me libré de algún mordisco, pero en el momento en el que llegó la alimentación complementaria, Olivia prefirió la cuchara al pecho, así que el destete lo decidió ella a los 9 meses. Con Abril la cosa fue más rodada por la experiencia que ya tenía encima, y aunque no me libré de las grietas del principio (a las que por cierto, curas enseguida con una gota de aceite de oliva y aire fresco... os lo dice una persona que ha probado todas las cremas habidas y por haber), no tuve ni molestias en la subida ni mastitis que me complicaran el proceso.


¿Dar el pecho duele?


Salvo los momentos que os he descrito, no, dar el pecho no duele y no debería doler. Si sucede, probablemente sea porque el bebé no se agarra bien, así que os recomiendo visitar a la matrona para que os corrija la postura. En algunos centros de salud hay grupos de lactancia materna que también os pueden ayudar.


¿Ha merecido la pena?


Definitivamente sí. No puedo ni quiero comparar si la leche materna es mejor que la de fórmula porque cada madre tiene sus propias circunstancias. Supongo que en algo habrá tenido que ver con que las niñas sean súper sanas (o al menos eso quiero creer), pero por la experiencia y por lo fuerte que me ha hecho sentir el haberlo logrado, lo recomiendo completamente. Eso sí, teniendo en cuenta siempre que mamá feliz, bebé feliz, así que lo primordial es que te sientas bien y cómoda al hacerlo.

Como os dije al principio, espero que este post tan personal le sirva a alguien en algún momento. Si tenéis alguna pregunta, podéis dejarla en comentarios (tened en cuenta que no soy una profesional del tema).


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¡Un abrazo y gracias por leerme!

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1 comentario

  1. Mis experiencias han sido también muy positiva, de hecho, mi peque mamó hasta casi los dos años.¡Una suerte!
    Besitos.

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